Blogia
holberth

Un Grito De Angustia Y Un Canto De Alabanza

UN GRITO DE ANGUSTIA Y UN CANTO DE ALABANZA

Era la semana Santa de 1963. La procesión del viernes santo se realizó en horas de la tarde como es costumbre y acudió gran cantidad de habitantes del barrio Obrero y sus alrededores. Roberto participaba activamente de los eventos católicos realizados en la semana Santa, pues su devoción hacia el Sagrado Corazón de Jesús era grande y su incansable búsqueda de paz espiritual lo mantenían muy devoto a las enseñanzas de la iglesia. El sudor espeso corría por su frente, la temperatura oscilaba entre los 33 y 35 grados centígrados en la pesada hora de las tres de la tarde. Miraba a la derecha a su amigo de toda la vida, Félix, quien a pesar de sufrir una fuerte gripa durante los últimos días no faltó a la tradición anual de cargar con una de las pesadas imágenes de la procesión. Roberto, Félix, Eusebio y Casiano eran amigos de barrio de toda la vida, y entre los cuatro llevaban la imagen a cuestas de la vírgen María llorando por el sufrimiento de su hijo.

Aunque la cita con Dios no podía faltar en la vida diaria de Roberto, él se daba momentos con sus amigos para tomarse unas cervezas en la taberna que manejaba su suegra, Maria Luisa, quien le reprochaba las borracheras y el vicio del cigarrillo. No le gustaba que su yerno fuera como aquellos hombres a los que ella solía sacar a golpes por no pagarle o por formar problemas con otros clientes. Pero Roberto no era problemático, su popularidad en el barrio Obrero era tal que no contaba con enemigos, popularidad que se debía en gran medida a que era hijo de la Luisa y Humberto, personajes muy reconocidos y respetados del Obrero. Los sábados en la noche eran de total ocio. La taberna era muy concurrida por los hombres del barrio que encontraban en el juego de sapo y en el licor una buena motivación de diversión con los vecinos. A medida que transcurrían los años, Roberto se fue alejando de aquel mundo de las tabernas, del licor, pero le fue muy difícil dejar el cigarrillo. El cuarteto de los amigos se fue desintegrando poco a poco, ya Félix se había ido del barrio con su familia, Eusebio tuvo enredos con varias mujeres y terminó casado con una con la cual tuvo una hija y Casiano continuaba su vida en el barrio Obrero como la había llevado hasta el momento, viviendo en la casa materna y saltando de cantina en cantina.

Era el año de 1972. Un día, Roberto comenzó a sufrir de los nervios y esto le trajo muchos problemas en su trabajo y en su hogar. Se alteraba por cualquier ruido o irregularidad que pudiera observar, era incontrolable, sudaba frío y temblaba. Los médicos no daban con el chiste, algunos recomendaron algunas píldoras que no tuvieron efecto alguno en la salud de Roberto. Su desesperación fue tal que escuchó los consejos de su suegra Maria Luisa, quien le dijo que fueran donde un señor llamado Paco, el cual gozaba de gran fama gracias a sus dictámenes exactos sobre enfermedades extrañas en las personas y estudio de casos paranormales.

Don Paco observaba al hombre inseguro que se encontraba delante de él y que buscaba una respuesta y sobre todo una solución a su problema de nervios. Roberto lo miraba con sus grandes ojos claros, muy expectante. Paco inclinó su vista hacia el suelo y le dijo con voz suave que tenía una “entidad” en su cuerpo que le causaba las dolencias inexplicables y habría que sacarla; en otras palabras, le exigió hacerse una limpieza espiritual. Desconcertado, Roberto se dirigió a su casa sin tener mucha confianza en aquel médico recomendado por Maria Luisa, pero ésta le insistía a su yerno que continuara con el tratamiento propuesto por el señor Paco. Los riegos, las oraciones, los sahumerios, las fragancias de rosas y los mensajes de los espíritus dados por los “medium” eran algunas de las características del Espiritismo, una ciencia o creencia en la cual Roberto empezaba a sumergirse de lleno. Atrás quedaron los largos sermones recibidos en las iglesias, la práctica del que “Peca y Reza, empata”, muy propia del catolicismo, las duras jornadas cargando yesos en las semanas Santas y todas las costumbres que había recibido de la religión católica durante toda su vida.

Don Gerardo era un hombre de rasgos indígenas, quien lucía siempre con un peinado estilo Gardel y un inexplicable brillo en su cabello a toda hora. Lo tomó de las manos diciéndole: -Que el espíritu Santo descienda sobre tí. Luego rezó el Salmo 23 y en las aguas del río Pance le regó agua de hierbas con un platón por todo su cuerpo. –Que así sea hermano, que así sea. Exclamó Roberto. El grupo de espiritistas era relativamente amplio: Doña Carmen era la líder del conjunto, la guía de los demás miembros. Don Gerardo, Marino Escobar y Maria Luisa se convirtieron en las otras figuras representativas de aquella saga que se formó a principios de los años setenta.

Fue Maria Luisa quien arrastró a toda su familia (su esposo, sus cuatro hijas con sus respectivos esposos e hijos) a una nueva forma de ver la religión, la historia, la vida y obra de Jesucristo. Marlene era la menor de sus hijas, aún no se había casado pero estaba pronta a hacerlo, aunque ya tenía un hijo quien nació de pies y parido con la ayuda de la legendaria “Carmen”. Una vez se encontraban Marlene y doña Carmen en el templo espiritual de la casa de Maria Luisa, y la maestra le aconsejó a su alumna que se casara antes del 10 de diciembre, pues algo terrible iba a suceder. Marlene siguió su consejo y se casó el 1 de diciembre de 1979. Diez días después, murió William a causa de un derrame cerebral, el hijo mayor de Roberto. La familia recibió un golpe fatal que los sumió en la tristeza absoluta, pues aquel joven talentoso era motivo de orgullo y esperanza no solo de sus padres, sino de su abuela y la familia en general.

El templo espiritual de Maria Luisa no era el único al cual acudían frecuentemente a hacer oración, pedir por la humanidad, dar gracias y recibir espíritus quienes traían consigo sus mensajes. Existía el templo de Marino Escobar, quizas el más acogedor de todos, con imágenes, cuadros y flores adornando el lugar divino. También existía el templo de Tulia, una mujer indígena que vivía en las laderas de Cali, más exactamente en el sector alto del barrio Nápoles. El templo de don Gerardo estaba ubicado en el corregimiento de Montebello. Tras la muerte de doña Carmen, fue don Gerardo quien tomó el lugar del líder, compartiendo un poco el liderazgo con Marino Escobar. Roberto no tomaba partido de lleno en las reuniones espiritistas pero acudía juiciosamente a las citas celebradas por el grupo, principalmente los días 27 de cada mes.

Fueron 23 años en los cuales la familia estubo ligada a las creencias del espiritismo. Las hijas de Maria Luisa se volvieron expertas en recibir espíritus; los bautizos espiritistas de los nuevos miembros nacidos en la familia eran sagrados; los tratamientos médicos espirituales y las oraciones no faltaban por parte de Gerardo y Marino Escobar. La lectura detenida de las sagradas escrituras, entre otras actividades, estuvieron arraigadas a Roberto por todos esos años. Todo terminó en Julio de 1995 con la muerte de Maria Luisa, quien falleció a la edad de 83 años. Marino Escobar era cada vez más vehemente en la decoración de los templos espirituales y en rendirle culto a las imágenes de los santos, tarea con la cual Gerardo no estaba de acuerdo y por lo cual tuvieron muchos choques. Cada vez más, Marino Escobar tomaba el camino que Roberto había dejado hace muchos años: la adoración de ídolos, prohibida en las sagradas escrituras y la rezandería muy propia de los católicos radicales. Roberto y la familia en general se fueron alejando de las enseñanzas del espiritismo, pues ya no contaban con la líder innata de su sangre que los había inducido a esta ciencia mística y exotérica. Gerardo y Tulia continuaron con sus respectivos templos realizando prácticas espiritistas y llevando la enseñanza de los seres del más allá. Fue cuando Marlene y la esposa de Roberto, María Dora, decidieron acabar con el templo espiritista de la casa de su mamá ya fallecida. Por lo tanto, así terminó esta saga.

Roberto sufrió una penosa enfermedad a mediados del año 1996 que lo dejo paralítico del lado izquierdo, algo que la medicina moderna denomina como trombosis. Desde aquellos días su estado de ánimo parecía una bomba de tiempo, pues por cualquier situacion se irritaba y causaba problemas. No soportaba a su esposa ni a su hijo Gilberth que, aunque casado, seguía viviendo con sus padres. Parecía haber perdido la fé en el Señor. Las enseñanzas del espiritismo de nada le servían, hacían parte de un pasado y su presente era como un infierno viviente. Tras esta situación desagradable, decidió un buen día, motivado por una cuñada, asisitir a la iglesia Bautista. Se trataba de los famosos Cristianos, quienes alegran a las personas con sus canciones y sus oraciones preciosas y muy conmovedoras que ayudan a un ser humano a sobreponerse de los problemas. Roberto asistía con mucha devocion a la iglesia Bautista y junto a él, llevaba a su esposa Maria Dora a los caminos que conducen al cielo.

Con su bastón y mucha dificultad para caminar, se impulsaba por los senderos de la iglesia Bautista de Efeso. Era un nuevo horizonte en la búsqueda de la felicidad en la vida de Roberto. Si algo lo caracterizaba era su incesante inquietud por descubrir la verdad de los mensajes de Jesucristo y de Dios, que aunque están escritos, muy pocas personas los comprenden, y de los pocos que los comprenden, muy pocos los siguen. Rosmira era una cuñada de Roberto, fue ella quien lo impulsó a él y a su esposa a seguir los ideales de la iglesia Bautista. Gracias a Rosmira, Roberto y María Dora cantaban en las mañanas hermosas canciones dedicadas a “nuestro Señor Jesucristo”. Roberto dejó de asistir a cualquier tipo de reunion social o fiesta familiar, pues su nueva condición de hombre devoto a las enseñanzas de las escrituras se lo impedían. Aún así, fue María Dora quien siguió más de cerca las enseñanzas de los pastores de la iglesia Bautista. Acudía con un grupo de amigas del barrio con frecuencia a una de las iglesias que profetizan la cristiandad, o se reunían y actualmente se reúnen en una de las casas de las miembros del grupo.

A pesar de la devoción de su esposa, Roberto seguía su rumbo religioso sin estar seguro de la verdad y de lo que verdaderamente podría traerle la paz a su vida eterna. Fue en el año 2000 cuando unos familiares lejanos de Roberto fueron a visitarlo a su casa, hablaron de sus vidas y de los problemas que nunca faltan. Se trata de un grupo de personas que hace muchos años pertenecen a la iglesia Pentecostal, caracterizada por darle poco crédito a la virgen María. Roberto siempre ha sido un hombre muy entregado a los temas que involucren a Dios, y fue esta la oportunidad para encontrar la respuesta a aquello que buscaba desde su terible enfermedad. No entendía por qué el destino lo castigaba con semejante dureza si siempre fue un hombre bueno que entregó su vida a su familia, a las enseñanzas de las sagradas escrituras y a la oración.

“Dios sabe lo que tiene para nosotros. El castiga a las personas para que la gente crea. No existe un futuro fuera de su rango, de su divinidad y su grandeza. Dios lo es todo. Es nuestro señor. Nada escapa a su poder y estamos sometidos a su voluntad, por eso debemos arrepentirnos de nuestros pecados ante él, no ante un sacerdoe, él es el único que tiene la facultad de perdonarnos y darnos la vida eterna. Debemos entregarnos por completo al Señor y olvidarnos totalmente de las tentaciones terrenales”.

-Si Roberto, pero por qué dejó de ir a la iglesia Bautista junto con doña María Dora.
-Es que la iglesia Pentecostal me queda más cerca, además el pastor me recoje en carro.

0 comentarios